Noticias del blog

Creo que he simplificado la publicación de comentarios, así que animaros a hacerlo.

Acabo de publicar un cuento que escribí hace un montón de años en una editorial digital. Visitad mi stand en la tienda y coged un ejemplar electrónico (es gratis):

sábado, 19 de febrero de 2011

Hablando se entiende la gente. ¿También en España?

PERDON. Ya sé que este tema no se corresponde estrictamente con el espíritu originario de este blog pero no puedo resistir a comentar el asunto...

Artículo 3.1 de la Constitución Española:

El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla.

Isabel Fernández Ordóñez.
Académica de la RAE poseedora del sillón P
Pues bien he de reconocer que había llegado a creer que no era un buen español porque me he pegado toda mi infancia estudiando, aprendiendo y practicando la lengua española, que es lo que estudié en mi infancia y adolescencia.
Ya había llegado a pensar que eran reminiscencias del franquismo en mi educación y estaba pensando en cambiar el chip y comenzar a llamar al idioma en que me expreso castellano como todo el mundo demócrata se ha empeñado en llamarlo.

Por fortuna ha caído en mis manos el discurso de ingreso de la nueva académica de la Real Academia Española (¡anda si no es Castellana!) en la que se dice sin ambages que no sólo el idioma que hablamos no es castellano sino que ni siquiera deriva sólo de él sino que el resto de las lenguas contemporáneas del castellano imprimieron parcialmente su impronta en la nueva lengua que estaba forjándose.

¡Gracias Isabel! Os recomiendo leer el discurso completo que podéis encontrar aquí. Es un poco largo pero enriquecedor.

No me voy a resistir a contar una anécdota que les sucedió a un matrimonio inglés que alojó a uno de mis hijos en su casa durante un mes para ver si aprendía la lengua de Shakespeare (no sé si se la podrá llamar inglés):

Quise -nos contaba- alquilar una película doblada al español para que volviera a oir vuestro hijo su idioma después de tanta inmersión y casi no pude si no llega a venir él conmigo para explicarme que en España al español se le llama castigliano (tal y como lo pronunció el británico).

Así que ¿cómo vamos a entendernos hablando si no nos ponemos de acuerdo en qué idioma hablamos?

domingo, 6 de febrero de 2011

¿A quién votaría el asno de Buridán?

El asno de Buridán es el protagonista de un argumento contra las teorías de Jean Buridán que defendía que toda decisión se podía tomar a través de la razón ponderando argumentos objetivos. El asno en cuestión estaba situado en medio de dos montones exactamente iguales con lo que se moriría de hambre porque no era capaz de decidirse por uno de los dos.

Parecería por las entradas del blog que el único problema de la democracia es la clase política. Esta es una simplificación en la que, como buen español, he caído porque tiendo a pensar que la culpa de las cosas es siempre de los otros. Sin embargo quien decide los políticos que le van a a representar (con todas las dificultades e impedimentos que ya hemos desgranado) somos nosotros: los votantes.

En las últimas elecciones (unas de las que más participación tuvieron en la historia de la democracia española) un 24.7% de los electores no votaron y un 1.12% votó en blanco. Es decir uno de cada cuatro personas que debía decidir no supo o no quiso hacerlo.
Es evidente que la gran mayoría de los que no votaron fue simplemente por despreocupación u holgazanería, no sólo en el hecho físico de ir a votar en un domingo sino en el esfuerzo de pensar quién debería dirigir su país los próximos 4 años, ninguno de ésto sería, pues, el asno de Buridán. En este grupo están los demócratas  que prefieren que el resto de personas decidan por ellas.

Pero 3 de cada 4 ciudadanos sí decidieron a quién votar. ¿Cómo lo hicieron? ¿Cómo llegaron a la conclusión de que el partido por el que metían la papeleta en la urna era el que mejor representaba su propio, único e irrepetible pensamiento y convicciones?
La experiencia me dice que los votantes a la hora de decidir nuestro voto nos podemos agrupar en uno de estos tipos:

Votantes que pertenecen a un partido genéticamente. Estos votantes llevan grabadas las siglas de su partido en sus genes y NO PUEDEN CAMBIAR DE PARTIDO pase lo que pase. Puede parecer mentira pero si nos fijamos en las elecciones generales del año 96 el partido saliente del gobierno (PSOE) pasaba su peor momento: España no cumplía con ninguno de los requisitos para acceder a la moneda única europea, estaba descubierta una corrupción en todos los niveles de la administración del estado, tenían investigando el caso de los GAL... Pues aun así obtuvieron más de 9 millones de votos. Estos (exceptuando los que pertenecen al siguiente grupo) es evidente que votarían al mismo partido pasara lo que pasase. Votantes de este tipo los tienen todos los partidos.

Votantes agradecidos. Aquellos que han obtenido algún privilegio del partido que gobierna o que espera obtenerlo si su partido gana las elecciones. No me refiero tanto a los simples afiliados del partido (que en su mayoría pertenecerán al grupo anterior) sino a los funcionarios, asesores, contratistas... Sobre todo aquellos que perderían el privilegio obtenido si cambia el signo del gobierno. En un estado normal deberían ser pocos proporcionalmente pero en España parece ser un número considerable (aunque seguramente no contabilizado).

Estos dos grupos no deciden su voto durante la campaña sino que ya lo tienen decidido (desde siempre o desde que han obtenido el privilegio).

Votantes anti-lo que sea. Aquellos que votan por miedo a que salga un determinado partido. Por ejemplo los que pensaban que si ganaba la derecha les quitaría la pensión...

Votantes irracionales. Son aquellos que deciden su voto por criterios tan subjetivos como el candidato X tiene una pinta de sinvergüenza/borracho/ladrón..., o por criterios de popularidad (el que más le suena) y otros igual de variopintos. A este grupo pertenecerían los votantes que, por ejemplo, otorgaría escaño a Belén Esteban si se presentase.

Votantes que evalúan los programas electorales. O siguen los contenidos de los debates entre los candidatos más allá de lo anecdótico de Fulanito no ha sabido qué contestar o Con qué seguridad ha contestado (aunque haya dicho las mayores sandeces) porque realmente los partidos yo creo que ya no elaboran programas electorales como conjunto de medidas que pondrían en práctica si ganaran sino que se reducen a slogans que si los analizas no significan nada.
Este grupo, pese a lo que sería deseable, es el menos significativo. De hecho hay gente que piensa que Julio Anguita llevó a I.U. a la ruina por su obstinación en lo de ¡program, programa y programa!


Realmente es a estos tres grupos de votantes a los que se dirigen las campañas políticas (y observando los mensajes de las campañas se puede deducir la importancia de cada grupo) que son insignificantes con respecto a los dos primeros. El sistema funciona porque debido a la igualdad entre los votantes fijos de los dos partidos mayoritarios y la desproporcionalidad entre escaños y votos hace que este pequeño porcentaje de votos que se decide en la campaña resulte determinante en el resultado en escaños.

Me he enrollado y no he llegado a la conclusión que quería obtener en esta entrada: El principal problema de la democracia es que nos hacen elegir sobre temas en los que no sabemos decidir.


Os propongo que descubráis nuevos grupos de votantes. Espero esos grupos que no he descubierto.