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Creo que he simplificado la publicación de comentarios, así que animaros a hacerlo.

Acabo de publicar un cuento que escribí hace un montón de años en una editorial digital. Visitad mi stand en la tienda y coged un ejemplar electrónico (es gratis):

lunes, 25 de junio de 2012

¿Cómo explicar lo inexplicable?

Los que leyeran hasta el final mi entrada de los concesionarios de coches del mes de mayo recordarán que estaba cabreado con que me engañaran en la campaña electoral prometiéndome unas medidas para que les votase y condenándome a otras porque no hay otra posibilidad y se me hubieran dicho las medidas reales, esas medidas que son las únicas posibles pero que son buenas para todos, no les hubiera votado.
Así que acepté casi de buen grado que me subieran los impuestos (y esto no ha acabado todavía); que renuncie a derechos que tenía si mi empresa quería (o necesitaba) despedirme, abaratando mi despido por el bien, se supone, del trabajo de todos; que mis amigos funcionarios tengan que trabajar más cobrando menos, si bien esto nos pasa a todos los que conservamos el curro; que aquellos cuyo trabajo dependía del Estado, con subvenciones o pagos de servicios, estén con un pie en la calle porque, según ellos, todos (me gustaría saber ¿quiénes?) hemos vivido por encima de nuestras posibilidades.

Todo esto son alguno de los sacrificios que nos han pedido, perdón que ya empiezo a hablar como un político, que nos han obligado a hacer a la clase media de este país. ¿Y qué esfuerzos han hecho nuestra clase dirigente?: NINGUNO.


El año pasado, coincidiendo con la entrada reivindicativa de la renuncia a los privilegios de la clase política se publicaba una noticia de una propuesta de nuestro actual presidente del gobierno, entonces jefe de la oposición, sobre su cambio de opinión en el mantenimiento de sus privilegios. Pero ahora las cosas se ven con otra óptica y ese tema no debe ser removido.
Como tampoco remueven otros gastos tan criticados otrora como la traducción simultánea en el Senado, ni tantos otros.

Pero lo que me ha cabreado hoy para cambiar el tema de la entrada prevista (de momento pospuesta) ha sido la noticia de los dos años de indemnización que va a cobrar el señor Dívar por dimitir de su puesto.
Como yo no pertenezco a la casta privilegiada, si, por que me hagan la vida imposible los periódicos, o porque la señora de la limpieza no limpie bien mi mesa de la oficina o simplemente porque haya comenzado a aburrirme mi trabajo, decido despedirme de mi trabajo, mi empresa me pagará la parte del mes que haya trabajado, la parte de las pagas extras no cobradas y los días de vacaciones que me correspondan por la parte del año trabajada. Pero nada más. Y si he metido la mano en el cajón y me descubren y me despiden: lo mismo. Y en ambos casos el Estado no me va a pagar ni un euro, claro.

Pero si soy un alto funcionario del Estado no. Entonces tengo derecho a cobrar durante dos años el 80% de mi sueldo bruto, aunque continúe trabajando en otra empresa siempre que no sea pública (¡ya sólo faltaría!). Y esto es así porque las leyes, que hacen ellos, son así. Y que no nos engañen, no son leyes divinas, se pueden cambiar. Se podrían cambiar si quisieran, claro. Así que ¿CÓMO NO LOS VAMOS A CONSIDERAR UNA CASTA PRIVILEGIADA?


Yo, al final de la entrada de los concesionarios comentada al principio, decía que daba por bueno tener que conducir el utilitario azul que yo no había comprado. Lo que me j..., perdón, desasosiega es tener que seguir pagando superdeportivos de precios de F-1 a los que nos mandan.

Si yo fuera Mariano Rajoy tampoco haría debate del estado de la nación, no fuera que alguno fuera a pedirme explicaciones de este estilo, aunque lo dudo.

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