Una vez que parece que la clase política se ha hecho eco de la propuesta concreta que hacíamos en las anteriores entradas (ya imagino que no por este blog, ¿o quizás sí?) quiero que retomemos la idea primigenia del blog y volvamos a un plano más teórico.
La única vez que encontré un trabajo apuntándome en una lista fue cuando cursaba 3º de carrera y pidieron gente interesada en ganarse unas pesetillas (que entonces ni se soñaba que los europeos pudiéramos ponernos casi de acuerdo en compartir una moneda) haciendo el traslado de los muebles al nuevo edificio que estrenábamos al siguiente curso.
La única vez que encontré un trabajo apuntándome en una lista fue cuando cursaba 3º de carrera y pidieron gente interesada en ganarse unas pesetillas (que entonces ni se soñaba que los europeos pudiéramos ponernos casi de acuerdo en compartir una moneda) haciendo el traslado de los muebles al nuevo edificio que estrenábamos al siguiente curso.
El resto de las veces que he participado en selecciones de personal (que afortunada o desgraciadamente han sido muy pocas) siempre he tenido que enviar por delante mi curriculum vitae incluso para puestos en los que me conocían personalmente.
Incluso cuando somos nosotros los que necesitamos hacer una selección de personal porque necesitamos el concurso de algún profesional en nuestro hogar (fontaneros, albañiles, mecánicos para el coche...) el último recurso es acudir a una lista (véase listín telefónico) sino que tratamos de contratar alguien que haya trabajado para algún conocido nuestro y haya quedado contento con su trabajo.
Sin embargo cuando vamos a escoger a los ciudadanos que van a dirigir (en las próximas elecciones que tocan) nuestros ayuntamientos (por lo menos para los de las ciudades de un cierto tamaño como el que me toca elegir a mí) y autonomías prescindimos de las precauciones que solemos tomar en el resto de las situaciones y pasamos olímpicamente de comprobar a quiénes estamos votando.
En el mejor de los casos conocemos, quiero decir que es relativamente fácil conocer, algo de la trayectoria del que encabeza la lista que normalmente se reduce a una enumeración de los cargos políticos de los que ha disfrutado y, si la tiene, la formación universitaria que ha logrado.
Vale que leerse la vida y milagros de todas las personas que integran el sinfín de listas que se presentan a las elecciones sería un coñazo. Pero como mínimo nos deberían dejar saber no sólo quién va a ser el jefe del cotarro si ganan las elecciones aquél al que decidamos prestar nuestra confianza, sino también quién va a dirigir cada una de las ramas principales de la administración, es decir, quiénes serían sus ministros, consejeros, etc, para que podamos decidir si son capaces para desempeñar sus futuros puestos y no tener que contratar así la legión de asesores que luego necesitan.
Así que ya que no nos dejan votar en listas abiertas a las personas que creamos más capaces aunque pertenezcan a partidos diferentes, por lo menos que tengamos una pequeña idea de a quién estamos votando cuando depositamos nuestra papeleta en la urna cuando cumplimos con nuestro deber democrático, que en eso estoy de acuerdo con el comentario de Ignacio en la introducción del blog:
Eso sí, y cuando haya que votar, aunque sea con las narices tapadas, lo hagamos a la opción "menos mala"